Prácticamente todas las familias que vivían en Las Minas del Castillo tenían, en la parte de atrás de sus casas, un gallinero, donde las galllinas les proporcionaban huevos y de esta manera, no tenían que comprarlos. También, en la parte de atrás del Cuartel, había gallineros, uno para cada familia. A mi madre le facilitaron una gallina clueca, compró huevos, llenó una grande de cartón, de paja, en el centro de la caja, colocó los huevos, la gallina en seguida se colocó encima de aquellos huevos, a los que les daba calor con su pechuga, al lado de la caja tenía su comida y su agua la gallina, que se convirtió en la reina de la casa, nos tenía a todos pendientes de que todo funcionara bien.
Por fin, creo que a las 3 o 4 semanas iban saliendo los pollitos de dentro de los huevos, que ellos mismos picoteaban desde dentro del huevo.
Para mi, todo esta proceso fue algo tan extraordinario, que nunca se me ha olvidado; me llevaba todo el día esperando que los pollitos, tan pequeños, rompieran el cascaron para nacer. Con el tiempo, cada vez que mi madre echaba una gallina clueca con los huevos, ya no me llamaban tanto la atención, solo le pedía a Dios, que nacieran más pollos que gallinas, porque cuando, aquellos pollos eran algo más grandes, mi madre los hacía con tomate, aquel día era una fiesta en casa, la comida.
Pero los comienzos de esta cuento de la lechera (que es verídico) fueron un poco duros, porque mientras las primeras camadas de pollitos crecían y los que fueron gallinas empezaron a poner huevos, cuando mi madre hacía una tortilla de patatas para cenar, si había dinero en casa, compraba huevos, si no lo había, hacía una gran tortilla de patatas si huevos. ¿como?. Mi madre, que tenía tanta imaginación como yo, ponía patatas peladas a cocer, luego las estrujaba con un tenedor, les añadía ajos, cortados muy menudos, previamente fritos y dorados, le añadía leche, para suavizarlos y ya, como si tuvieran huevos, hacía la gran tortilla en un perol. Salían doradas por ambos lados y estaban , para chuparse los dedos.
Reconozco que estas "tortillas" terminaron por gustarme más que las que tenían huevos, sencillamente, porque salían más grandes y el trozo, que me pertenecía era mayor.
imágenes de Google.