martes, 14 de noviembre de 2017

Gracias por la vida a través de mis gafas

En esta foto tenía 30 años ¡¡Quién me iba a decir entonces que hoy cumpliría 83 años!!. Nunca creí que llegaría a esta edad y hoy me he parado a pensar como han sido estos años que he vivido, y he llegado a la conclusión de que entre las cosas buenas y las malas que todos tenemos en la vida, creo que he tenido más cosas buenas que malas, por lo tanto creo que soy un ser privilegiado.
Soy creyente y sé que es Dios quién dispuso la hora y el día que yo vendría al mundo y Él es el que sabe el día y la hora que debo dejarlo. Por lo tanto quiero darle públicamente las gracias por todo lo que me ha dado en estos largos años y todo lo que aún me dará.
¡¡Gracias Señor !! por la vida, por la salud que me das en abundancia; por los fracasos que me enseñaron a tener más humildad y a conocerme mejor; por todas las ocasiones de cultivar la paciencia, la tolerancia, la esperanza, la solidaridad y la comprensión, Sabes que a veces lo consigo y a veces no, por lo impaciente y cabezona que soy. Gracias por las oportunidades que aproveché de Ser persona, por las soluciones que encontré ante una dificultad; gracias por los talentos y la inteligencia que desarrollé y los días maravillosos que he vivido.
Gracias por los padres y hermana que me distes, gracias por la maravillosa persona que me distes de compañero y con el que tuvimos nuestra hija, ( que estoy segura que fue un regalo Tuyo para que te dejara en paz, con lo pesada que soy cuando te pido algo especial). Gracias por mi yerno y mis nietos; por los amigos que encontré, los maestros que me enseñaron, por los libros que leí, por los viajes que realicé y los maravillosos paisajes que he contemplado. Por el sol que me calienta, y por el aire que respiro.
Gracias por la convicción de que un SER bueno vela por mi, a pesar de mis errores; me protege a pesar de mi debilidad; me ama, a pesar de mis defectos y me da soluciones , a pesar de mi obstinación. ¡¡Gracias!! por enseñarme que la felicidad consiste en saber apreciar lo que tengo  y no ambicionar lo que no tengo. ¡¡Gracias por la alegría de ver, simplemente, que todavía estoy viva!!















jueves, 2 de noviembre de 2017

LA Ermita de Las Minas del Castillo a trav,es de mis gafas

En Las Minas del Castillo había una Ermita que me encantaba y que me trae bonitos recuerdos. Estaba situada en lo más alto de la Aldea, en el camino hacia el pantano y frente a las minas donde los hombres trabajaban. El Altar Mayor estaba presidido por Santa Bárbara, que era la patrona de las minas. A la izquierda del Altar Mayor había una puerta que llevaba a la sacristía; tanto por fuera como por dentro estaba encalada y su aspecto tan blanco le daba un aire alegre; estaba rodeada de un porche y siempre se veía todo muy limpio. Nuestro punto de encuentro, de chicos y chicas era el porche de la Ermita, tanto cuando éramos más pequeños, como cuando ya éramos más mayores, allí decidíamos que hacer el fin de semana. 
La Ermita, por dentro no tenía asientos, aunque personas que habitualmente vivían allí tenían sillas que habían traído de sus casas o tenían reclinatorios; mi padre nos hizo unos banquitos de madera, fáciles de llevar. Los domingos venía a decir misa Don Aniano, (¡¡vaya nombrecito!!), que era el cura párroco del Castillo de las Guardas, venía a decir misa andando y andando se iba, los guardias que estaban libres de servicio, iban a misa y se ponían al fondo de la Ermita, cuando Don Aniano terminaba su misa, lo acompañaban hasta el cuartel, que estaba en la carretera que llevaba al pueblo, allí el cura seguía su camino andando los 5 km,que lo llevaban al pueblo.
Pero mis Domingos preferidos eran los Domingos que Don Aniano no podía venir a decir misa; él llamaba por teléfono el día anterior para quién quisiera ir al pueblo a oir misa, pero la única persona que iba, acompañada por sus hijos, era María Sanchez, ( a la que ya he mencionado en otra entrada y que fue la persona que ayudó a mi padre a desasnarme).A María y sus hijos nos uníamos mi hermana y yo, mi madre no podía venir porque tenía una rodilla co problemas y no podía caminar mucho, de modo que nosotros 5 íbamos al Castillo de las Guardas andandito, si llovía llevábamos paraguas, los mismos que nos servían en verano para protegernos del sol. Cuando llegábamos al pueblo, entrábamos directamente en la Iglesia, donde ya Don Aniano estaba revestido para decir la misa, al término de esta, pasábamos a casa del cura, una casa preciosa con un bonito jardín interior; la sobrina de Don Aniano nos tenía preparado un desayuno opíparo consistente en una gran fuente de rebanadas de pan frito, aún calentito,un bizcocho y sobre todo un chocolate espesito con sabor a leche condensada que quitaba las tapaeritas del sentío.
parroquia del Castillo de las Guardas.
El chocolate nos lo ponían en un gran tazón y yo mojaba allí  mis rebanadas de pan frito, que en aquella época donde se carecía de tantas cosas, me sabían a gloria ; luego don Aniano nos volvía a llenar el tazón de chocolate para que mojáramos el bizcocho y si María Sanchez protestaba porque era mucho comer, don Aniano se reía y decía que con eso teníamos más fuerza para volver andando. Por eso los Domigos que don Aniano no podía venir a las Minas a decir misa, eran mis preferidos, ya se sabe"estomaguito lleno corazoncito agradecío" y el mío era más que agradecío. Recuerdo aquellos Domingos con profundo agradecimiento hacia don Aniano que a, pesar de su aspecto serio y adusto, nos trataba con tanto cariño y se reía con ganas cuando me veía con los labios llenos de chocolate y apurada porque me daba vergüenza de manchar aquellas servilletas tan blancas y bonitas, él me decía, "no te preocupes, las servilletas se lavan" y él mismo me ponía la servilleta en las manos. Son recuerdos sencillos y tiernos a la vez.
Aquella Ermita que me trae recuerdos tan queridos tuve ocasión de verla al cabo de más de 60 años, con ocasión de llevar a mis nietos a la Reserva del Castillo de las Guardas y la 1ª ocasión que fui quise acercarme a la Aldea pare ver "mi" Ermita; fue terrible la impresión que tuve, ahora era un montón de escombros, de la que
restos de la Ermita
apenas que daban en pie los muros, que aún recordaba que aquello había sido una Ermita.
Me impresionó tanto que, a pesar de seguir llevando amis nietos a la Reserva, nunca quise volver a entrar en la Aldea, en la que fui tan feliz, no quería borrar las imágenes que tenía en mis retinas y mis recuerdos.

imágenes de Google.